Peru del 1985 - en adelante
Las elecciones de 1985 fueron ganadas por el APRA, que por
primera vez llegaba al poder sin intermediarios, de la mano de un orador oven y
elocuente que gustaba repetir el lema parisino del 68, aquel de “la imaginación
al poder”; Alan García Pérez. Su campaña electoral fue impecable: prometió
gobernar para todos los peruanos, mostro un Apra sin rencores históricos y
ganosos de conjuntar esfuerzos. En el acto de transmisión de mando no pudo
dejar de señalarse que habían corrido cuarenta años en el Perú desde que un
Presidente legítimamente elegido entregaba el poder elegido a otro elegido
también de acuerdo a la Constitución.
El nuevo presidente no había presentado, sin embargo un plan
de gobierno y permitió que se tejieran distintas imágenes sobre lo que sería un
régimen. Tras el fracaso económico reformismo belaundista y ante la división —
y para algunos la amenaza —de la izquierda tradicional, confundida por el
fenómeno subversivo, el abogado y activista político García no tuvo rivales
reales. Gano las elecciones por una abrumadora mayoría de 46 por ciento de la
votación emitida y a sus treintiseis años se convirtió en el primer Presidente
aprista del país y el más joven de la historia de la república peruana.
Desde comienzo García mostro
que le sobraba energía y elocuencia. Infatigable orador, García
aprovechaba cuanta oportunidad se le
presentaba —o a veces las creaba desde el balcón de Palacio de gobierno para
dirigir encendidos discursos, generalmente televisados, que parecían, más los
de un candidato que los de un gobernante. La protección a la industria nacional
fue incrementada con altos aranceles controles de importación y prohibiciones. La
inflación que en los años finales del gobierno de Belaunde había rondado el
cien por ciento anual, trato de ser combatida de manera “heterodoxa”, con
controles de precios, devaluaciones selectivas y congelamientos del tipo
oficial de cambio. Llego a existir un abanico de mas de media docena de tipos
de cambio, según el uso que diera a las divisas. Estas parecían entonces
medidas intervencionistas permisibles, dad la fuerte presencia del Estado en la
economía. El sol fue remplazado como moneda nacional por el “inti” (mil soles
se refundieron en un inti”). El déficit fiscal creció; Alva Castro renuncio por
discrepancias. El pago de la deuda externa
fue desafiante y unilateral reducido y unilateralmente reducido a una
proporción del 10 por ciento de las exportaciones, lo que implicaba dejarla en
gran parte impagada.
García a verse opacado por la oposición política y económica
de la derecha se sumo la cíclica escasez de divisas de la economía peruana,
agudizada en esta ocasión por el aislamiento internacional. Reapareció la
inflación que esta ocasión llego a desbocarse hasta los inéditos cuatro dígitos.
En los últimos meses del gobierno de García la inflación subía a un promedio de
2 por ciento cada día y 70 por ciento cada mes .
La inflación o mejor dicho la hiperinflación, acumulada que dejo el gobierno fue de más de dos millones por ciento. Con el dinero que en 1985 uno hubiera podido adquirir una lujosa residencia, en 1990 solo alcanzaba para comprar un tubo de pasta dental. Con la hiperinflación desapareció el crédito de consumo se retrajo el comercio, aumento el desempleo y extendió la pobreza critica. La nueva unidad monetaria nacional, que había empezado su vida con un cambio de trece intis por dólar, bajo en julio de 1990 a un valor de 1975 mil dólares. El estado trato de palidar la situación con subsidios selectivos y más controles de precios aumentando el número de empleados públicos, que llegaron a superar el millón sin contar las Fuerzas Armadas, pero con sueldos bajísimos. Como producto de ello se extendió la recesión, la pobreza y el virtual colapso de los servicios del estado.
La inflación o mejor dicho la hiperinflación, acumulada que dejo el gobierno fue de más de dos millones por ciento. Con el dinero que en 1985 uno hubiera podido adquirir una lujosa residencia, en 1990 solo alcanzaba para comprar un tubo de pasta dental. Con la hiperinflación desapareció el crédito de consumo se retrajo el comercio, aumento el desempleo y extendió la pobreza critica. La nueva unidad monetaria nacional, que había empezado su vida con un cambio de trece intis por dólar, bajo en julio de 1990 a un valor de 1975 mil dólares. El estado trato de palidar la situación con subsidios selectivos y más controles de precios aumentando el número de empleados públicos, que llegaron a superar el millón sin contar las Fuerzas Armadas, pero con sueldos bajísimos. Como producto de ello se extendió la recesión, la pobreza y el virtual colapso de los servicios del estado.
Gobierno de Alberto Fujimori
Resulta difícil enjuiciar la década de 1990 en términos
históricos, puesto que se trata de un periodo aun en curso y que, por lo mismo,
no ha cerrado su ciclo histórico. Las paginas que siguen deben considerarse por
ello como un balance solo muy preliminar.
A pesar de ello puede adelantarse que los años noventa han significado una profunda transformación del Perú al punto que podemos aventurarnos a señalar que la presente década ha venido a cerrar el ciclo abierto con los golpes militares de los años sesenta, que dieron paso al estado desarrollista.
A pesar de ello puede adelantarse que los años noventa han significado una profunda transformación del Perú al punto que podemos aventurarnos a señalar que la presente década ha venido a cerrar el ciclo abierto con los golpes militares de los años sesenta, que dieron paso al estado desarrollista.
La década de 1990 estuvo marcada en términos políticos por
el prolongado gobierno de Alberto Fujimori, quien aunque promovió la fundación
de hasta cuatro agrupaciones políticas tras su régimen, encabeza una administración
bastante personalizada en el mismo y un pequeño grupo de asesores.
También en las áreas
de las políticas sociales, como salud y educación y bajo la asesoría de
organismos como el Banco Mundial, se llevaron adelante nuevas prácticas
estatales, como el subsidio a la demanda, la focalización de los gastos en los
grupos más necesitados, el cofinanciamiento o autofinanciamiento de los servicios
públicos, la preocupación por los costos y al efectividad , la creación de
seguros por grupos vulnerables (como la niñez), la privatización parcial y el
financiamiento externo de proyectos.
El Autogolpe de 1992
Fujimori había ganado la presidencia pero el Congreso era
un mosaico de posiciones contradictorias
a veces unidas para oponerse al régimen , entre lo que se encontraban los
parlamentarios elegidos en las listas del ahora de integrado FREDEMO que
acaudillo Vargas Llosa, y los del Apra; varios izquierdistas habían conseguido
también conservar sus curules. Nuevamente comenzó a presentarse un impase entre
Ejecutivo y Parlamento que podía atar de manos a un programa de reformas. La constitución de 1979
no preveía una disolución del Congreso como remedio, Fujimori, quien en verdad carecía
de organización partidaria, busco el respaldo de los militares y procedió
al “Autogolpe” del 5 de abril de 1992.
Congreso, Ministerio Publico, Poder Judicial, gobiernos y parlamentos
regionales y otros organismos de una sostenibilidad institucional del Estado y
aun de los propios cambios que había aplicado el gobierno.
En efecto combinado del autoritarismo del gobierno, la lucha antiterrorista y las reformas estructurales dejaron desconcertados a la los líderes políticos de la oposición que no encontraron forma de mantener la organicidad de sus movimientos. El país entro entonces en una etapa donde en un régimen democrático formal, los partidos políticos tenían cada vez menos importancia. El propio Presidente no desperdiciaba oportunidad para atacarlos, ni se preocupaba él ismo de construir un parido propio que apoyase su programa de reformas.
En efecto combinado del autoritarismo del gobierno, la lucha antiterrorista y las reformas estructurales dejaron desconcertados a la los líderes políticos de la oposición que no encontraron forma de mantener la organicidad de sus movimientos. El país entro entonces en una etapa donde en un régimen democrático formal, los partidos políticos tenían cada vez menos importancia. El propio Presidente no desperdiciaba oportunidad para atacarlos, ni se preocupaba él ismo de construir un parido propio que apoyase su programa de reformas.
La privatización:
En 1991 la gestión de Boloña había emprendido la privatización
de los sectores productivos y de los servicios públicos lo que llevo al
reingreso de las compañías extranjeras a la minería, el comercio ( se
difundieron los grandes almacenes de consumo), la banca, la industria de
alimentos e incluso a sectores como las comunicaciones y el transporte . Entre
1991 y 1998 se privatizo empresas (o acciones que el Estado tenía en empresas)
por un valor de 8.650 millones de
dólares. Solo en minería las ventas sumaron 1.233 mdd. Destacaron la venta de
Tintaya (269 mdd) a un consorcio de EEUU y Australia, Quicay (203 mdd),
comprada por una empresa canadiense, las refinerías de Cajamarquilla y la Oroya.
La política del gobierno de 1996 en adelante se volcó al
plan de la reelección.
Los medios de comunicaciones en especial la televisión, y todos los espacios que pudieran ser sedes de organización de alternativas de gobierno como las universidades públicas, fueron copados o directamente intervenidos. El ministerio de la Presidencia, creado durante el primer periodo, concentro crecientemente la mayor parte del gasto social y de inversión del Estado, en niveles que recordaban los peores momentos del centralismo de la historia de la república .
Los medios de comunicaciones en especial la televisión, y todos los espacios que pudieran ser sedes de organización de alternativas de gobierno como las universidades públicas, fueron copados o directamente intervenidos. El ministerio de la Presidencia, creado durante el primer periodo, concentro crecientemente la mayor parte del gasto social y de inversión del Estado, en niveles que recordaban los peores momentos del centralismo de la historia de la república .
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