Los 400
golpes
Toda mujer ama a un fascista, Ocho días (y sus noches) en el diario
la bota negra en la cara, de una mujer que duerme con el
el bruto corazón bruto de un enemigo.
bruto como tú
SILVIA PLATH
Lunes 18 de marzo
Toda mujer ama a un fascista, Ocho días (y sus noches) en el diario
la bota negra en la cara, de una mujer que duerme con el
el bruto corazón bruto de un enemigo.
bruto como tú
SILVIA PLATH
Lunes 18 de marzo
Martin
toco mi puerta a las 6 a.m y con una voz quebrada y trémula me rogó dormir en
mi sofá un par de horas y luego irse. Hacia frio de miércoles, no quise negarme
y entró. Cuando despertó, conversamos largos
y tendido. Lo he perdonado. Algo me dice que realmente ha cambiado. Ya no es el
hombre violento de antes. Se ha vuelta recontra servicial y compresivo.
¿Ingenua yo? Sólo el tiempo lo dirá. En la noche, me invito al cine a ver
Sensatez y sentimientos.
Miércoles
3 de abril.
El
viernes pasado en una reunión de trabajo me quede hasta la 1 a.m . Cuando
llegue a casa, él me esperaba con la comida tapada (hecha por él. Me recrimino débilmente
por la tardanza pero entendió. Se está portando muy bien conmigo. Tolerante y
paternal. Realmente las personas pueden cambiar si es que quieren. Quizá
podamos construir (ahora sí) algo juntos. Hoy vimos el eclipse de luna.
Sábado
13 de abril.
En
la tarde fui con mi hija al santo de su primito. Alicia se quedo a dormir con
sus tíos. Cuando llegue a casa, Martín puso el grito en el cielo. Vociferaba
que como era posible que le hubiera dado permiso a la niña sin su
consentimiento. Le respondí que no era para tanto pero estaba fuera de sí. Inexplicablemente comenzó a
insultarme. Yo no podía creer lo que estaba pasando. ¿Acaso sus bajos instintos
había despertado de su letargo?
Sábado
4 de mayo.
En
la tarde fui con mi hija donde mi amiga Lucy.
Al regresar ocurrió una pesadilla. Martin me preguntó donde había estado.
Empezó a gritar que yo le estaba sacando la vuelta y que Alicia era mi
alcahuete. Al comienzo me reía de sus sandeces, pero cuando me tiró un manotón
en la cabeza entendí que la historia se repetía. Entonces traté de aquietar a
la fiera reaccionando pasivamente. Me acordé que Sun Tzu en el Arte de la
guerra aconseja: “Es de capital importancia en las operaciones militares,
fingir que uno se acomoda a los designios del enemigo.” Pero esa madrugada ni
los estrategas chinos pudieron salvarme. La película Durmiendo con el enemigo
se quedo chica. Mientras trataba de conciliar el sueño, Martín comenzó a
susurrarme en el oído “perra…perra”. Traté de no hacerle caso. Así estuvo n
buen rato, profiriendo entre dientes las laceraciones verbales más sucias del
bajo mundo hasta que impasividad lo saco de quicio y en medio de la noche sentí
el impacto de un puñete en la cara y después
otro y otro. Como para que haya dudas. Luego comenzó a zarandearme de los pelos
una y otra vez, como un trapo, hasta que se cansó y se largó a la calle. Yo seguía
muda. Incluso en los peores momentos d los golpes, le rogaba que bajara la voz
por temor al que dirán de los vecinos. La única testigo de esta degradación fue
mi hija que en silencio lo observo todo. Sorbiendo mis mocos y mis lágrimas me
quede dormida.
Lunes
5 de mayo.
Fui a la Comisaria de mujeres a sentar mi denuncia. Martin se las olía. Yo lo engañe, diciéndoles que iba al banco a cobrar (ese es el único sitio al que me deja ir sin peros). Me acompaño y cuando se percato en realdad a donde me dirigía ya no podía hacer nada porque había veinte mil policías por todos lados. Entro como un gatillo a la comisaria dispuesto a hacerme quedar mal, escándalo de padre y señor mío, al punto que la despidieron, y desde entonces, lugar en donde trabaja, lugar donde la botan por culpa de los celos de su marido (en realidad quieres mantenerla económicamente dependiente). Caso como el de ella hay montones allí. Todas cuentan su triste historia a la maquinas d escribir de las oficiales de turno . En esos laberintos infierno-policiales, mucha, detrás de sus lentes oscuros, no puede ocultar su vergüenza de clase media decente. Después de pasar con el médico legista volví a mi casa estrenando mi nuevo look de mujer legalmente rota. Martin me esperaba hecho una sedita y lo único que atino a decir fue: “Si te celo es porque te quiero”.
Jueves
6 de junio.
Cuando
regresé de dictar mi clase Martín me salió con una nueva idiotez. Me olio de
pies a cabeza y mirándome con cara de loco me clavo esta frase: “Hueles a pene”. Me quedé de una
sola pieza pero le conteste: “Desgraciadamente el único pene que he visto es el
tuyo, así que déjate de tonterías, imbécil”.
Para variar terminamos peleando y encima me obligo a hacer el amor. Yo me puse
dura como una piedra, pero eso a él no le intereso.
Jueves
4 de julio.
¡Viva la independencia! Hoy lo boté de la casa. No podía lo podía creer. Yo regresaba de la casa. No podía creer. Yo regresaba tranquila de mi trabajo cuando me vino otra vez en sus paranoias. Luego de jugar un pin pon verbal bélico, intento ponerme la mano, y entonces agarro una espumadera y me defiendo, a lo loco. Dice Sun Tzu: Lanzáos sobre el enemigo con la misma energía con que lo hace un halcón con su presa. Pego gritos, viene la policía y él se hace la víctima. Se lo llevan para conversar de hombre a hombre. En el trayecto cambio la chapa. Cuando regresa trata de romperme la puerta, pero vuelvo a gritar, vuelve la policía. Fue un chongo pero finalmente se hizo justicia.
Viernes
12 julio.
Me siento mal. Un enorme vacío en el alma. El único sonido que escucho es el de mi corazón. He engordado. El desamor engorda. Emocionalmente me muero de hambre. Martin no es un hombre, es una droga. Yo pensaba que todo seria maravilla siendo libre, pero, oh ironía, no sé qué hacer con mi libertad. Realmente tengo mentalidad de sirvienta. No concibo mi existencia sin Martin. Realmente una mujer no es nada hasta que alguien la quieres. ¿Es que ya no me acuerdo de los golpes? ¿Que hago, lo perdono y vuelvo a repartirlo todo otra vez irremediablemente?
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